Dios pareció mirar hacia otro lado aquella tarde, cuando el agua arrasó pueblos enteros. Pero ella, que ha vivido esa tragedia en carne propia, sabe que el Dios de Jesucristo es el que siempre acompaña a su pueblo, al que no abandona. A pesar del dolor, el miedo y la indignación, supo leer cómo Él se hacía presente en esa marea de solidaridad y apoyo. Mano con mano, hombro con hombro, quitando barro y enseres, consolando, acogiendo… Ella sigue gritando en silencio al Dios de la vida que esta se abra camino entre tanto sufrimiento y muerte. Pero también sabe, por experiencia, que esa tragedia no ha sido solo un desastre natural. Lleva años luchando por unas condiciones de vida y trabajo dignas, peleando por un mundo que cuide a las personas y al medio ambiente. Ella, que recorre a diario la piel de la hermana Tierra, oye su grito que, con dolor, se ha convertido en el nuestro. Pide al Dios de la esperanza que la solidaridad y la unidad de la vecindad no se agoten con esos días de emergencia, sino que continúen como compromiso que nos cuida y denuncia un modelo de producción y consumo que nos mata. Es tiempo de sembrar esperanza entre tanta desesperanza.
Ora et labora
La catástrofe provocada por la DANA no nos ha dejado a nadie indiferentes. Nos conmueve. Es tiempo de acción y oración. Acción solidaria y oración comprometida. Tiempo de espiritualidad encarnada. Dios actúa a través nuestro. Así lo hemos visto en el puente de personas que han transitado del dolor y la indignación al cuidado y al apoyo mutuo. Desde todos los rincones se está enviando ayuda. Ahora vuelve a leer el texto. Esta militante cristiana que ha sufrido los efectos del desastre en carne propia nos invita al discernimiento y a la interpelación. Nos llama al compromiso, no solo ante las consecuencias de este desastre, de todo desastre, sino también ante las causas. El papa Francisco, a través de la bula «La esperanza no defrauda» (Rom 5, 5), ha convocado a toda la Iglesia al jubileo ordinario del año 2025. Él nos invita a redescubrir la esperanza en los «signos de los tiempos» que el Señor nos ofrece. Nuestro sufrimiento, el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas, especialmente de los que no tienen nada, y también el sufrimiento de la Madre Tierra nos tiene que conmover. Pidamos al Señor que nos ayude a ser personas que miran al cielo para seguir construyendo esperanza en nuestra tierra.
Llévatelo y comparte
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Colaboradora del ¡Tú!