En la mesa redonda organizada por el Secretariado de Pastoral del Trabajo y la Delegación de Migraciones de mi diócesis, con el título «Las empleadas de hogar y cuidados: ¿Quién cuida a quien nos cuida?», una de las participantes, trabajadora desde hace 23 años en la ayuda a domicilio y delegada sindical, relató un testimonio profundamente cristiano. Y, probablemente, no se identifica como creyente ni, casi seguro, ha leído Laudato si’ de Francisco. Pero su vida y su compromiso rezumaban cuidado por la casa común y por la vida de los más débiles. Cuidar la vivienda de las personas que atiende, cuidar a hombres y mujeres dependientes, cuidar a sus compañeras de trabajo a través de una lucha sindical sin tregua, cuidar su propia vida de condiciones laborales precarias e indecentes…, son voz viva de la encíclica. El cuidado, como nos dice el Papa, es intrínseco al trabajo humano. No es que desarrolle un empleo de cuidados, es que toda su actividad, todo su trabajo está atravesado por el cuidado. Ella, desde su experiencia de lucha temprana, curtida en mil conflictos por defender los derechos de los hombres y las mujeres del trabajo, sabe que solo el cuidado, como expresión del amor a la creación y a la familia humana, puede transformar el mundo. Es curioso, ella, que probablemente no es creyente, es la que con su vida y compromiso proclama Laudato si’.
Ora et labora
Tómate un respiro. Pararse y recuperar el aliento, en una sociedad profundamente desalentadora, es una necesidad. Dios nos envía su soplo, su aliento, su espíritu… que nos invade y nos hace descansar, contemplar y recuperar fuerzas para el cuidado. La trabajadora sindicalista del relato anterior es un ejemplo de entrega y compromiso por cuidar la vida. Ella, probablemente sin saberlo, ha entendido vitalmente las palabras del papa Francisco: «El descuido en el empeño de cultivar y mantener una relación adecuada con el vecino, hacia el cual tengo el deber del cuidado y de la custodia, destruye mi relación interior conmigo mismo, con los demás, con Dios y con la tierra. Cuando todas estas relaciones son descuidadas, cuando la justicia ya no habita en la tierra, la Biblia nos dice que toda la vida está en peligro» (LS 70). Es importante que nos preguntemos: ¿cuido o descuido la vida que tengo a mi alrededor? ¿Cómo cuido de las otras personas? ¿Y de la casa común? ¿Y de nosotros y nosotras mismas? ¿Y de mi relación con Dios? En este tiempo de crisis ecosocial, de vida en peligro, no podemos quedarnos de brazos cruzados. Es cierto que muchos problemas nos sobrepasan pero, ¿qué nos impide actuar personal y socialmente para cuidar la vida de nuestros vecinos y vecinas, de nuestros compañeros y compañeras de trabajo, de la naturaleza, del bien común…? No olvidemos, nos sigue diciendo el Papa, que basta una persona buena para que haya esperanza (Laudato si’, 71).
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