Devastación climática

La devastadora DANA se ha cobrado, según las últimas cifras al escribir estas líneas, la vida de más de 200 personas y ha sembrado la devastación a su paso.

La destrucción causada por la catástrofe supera lo nunca visto: en la zona afectada viven 400.000 personas repartidas en casi 80 municipios, que han perdido a sus seres queridos, sus modos de vida, sus pertenencias, sus recuerdos…

Cerca de 4.000 edificios han quedado destruidos y miles de hectáreas, sobre todo en Valencia, pero también en Mira (Cuenca) y Letur (Albacete), quedaron anegadas.

«Toda la gente que conozco ha perdido sus coches», relata Teresa, del Parque Alcosa de Alfafar, impidiéndoles acudir al trabajo y realizar los desplazamientos cotidianos. Como se ha visto, las personas voluntarias tenían que recorrer a pie la distancia que les separaba de las zonas afectadas.

«El agua llegó al segundo escalón que sube al primer piso», recuerda Charo, de Picanya. El mobiliario y resto de pertenencias que no pudieron rescatar quedó sepultado por el barro, dejándolo inservible. Muchas personas y familias lo han perdido todo: documentos oficiales, medicamentos, material escolar, herramientas de trabajo, electrodomésticos y utensilios domésticos.

La inundación se ha llevado también expedientes médicos, judiciales y burocráticos, cuyos plazos ahora tendrán que alargarse todavía más, con consecuencias muy graves para quienes esperaban acceder a los permisos de residencia y trabajo, a un alquiler o una hipoteca, a préstamos.

«Afortunadamente, pude conseguir la medicación que necesitaba para la familia, pero no sé si habrá problemas más adelante», explica, Pilar, de Bugarra.

Hubo muchas personas que, a riesgo de sus propias vidas, rescataron a otras. «Apareció un policía y luego un vecino con un tractor que nos sacaron de allí», cuenta Pilar, cuyo vehículo fue arrastrado por la corriente. Miles de voluntarios llegaron para intentar socorrer en lo posible a los damnificados.

No va a ser fácil, de ninguna manera, volver no ya a sus vidas anteriores, sino desarrollar una vida mínimamente normalizada. A las tareas de emergencia primera, le seguirá una lenta y penosa reconstrucción.

Las ayudas públicas, la responsabilidad de las empresas y las donaciones tardan en llegar. Gracias a la corriente de solidaridad, las víctimas climáticas están menos solas, algo reconfortadas, pero van a necesitar un esfuerzo prolongado y coordinado que las distintas autoridades e instituciones harían bien en aprender del espíritu ciudadano que también ha brillado en medio de la catástrofe.

Discernimiento

«…cuando se gatilla esta destrucción de la naturaleza es muy difícil frenarla, pero todavía estamos a tiempo. Y vamos a ser más resilientes cuando trabajemos juntos en lugar de hacerlo solos. La adversidad que estamos viviendo con la pandemia, y que ya en el cambio climático la sentimos, nos ha de impulsar, nos tiene que impulsar a la innovación, a la invención, a buscar caminos nuevos. De una crisis no se sale igual, salimos mejores o peores. Este es el desafío, y si no salimos mejores vamos por un camino de autodestrucción» (Palabras del papa Francisco con ocasión del Día de la Tierra del 2021).

Actúa y transforma

¿Cómo puedes contribuir a paliar los efectos devastadores para las personas y el entorno que ha tenido la DANA?

¿Qué puedes hacer para tratar de «salir mejores» de esta trágica experiencia?

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