Tomás Malagón habla de Guillermo Rovirosa

El día 28 de febrero de 1964 Tomás pronunció en la capilla del Hospital Clínico de Madrid una oración a la muerte de Guillermo.

De esta oración quiero entresacar textualmente unos párrafos para terminar haciéndome y haciendo al lector unas interpelaciones. Creo que es la forma más breve y fiel de hablar de estos dos grandes amigos que eran «una sola alma en dos cuerpos». Ambos colaboraron estrechamente en forjar un estilo de ser cristiano basado en estos puntos que recojo de algunas de las frases de Malagón en ese momento tan especial:

«Pérdida y reencuentro de Rovirosa con Cristo: Me enseñaron todo menos a Cristo. Yo quería saber cuánto se puede saber acerca de la religión, pero no había tenido oportunidad de penetrar en lo esencial de la figura y mensaje de Cristo». Uno pregunta ingenuamente si esto seguirá pasando en 2025.

«Labor apostólica de Rovirosa: Recorrió muchas veces toda España viajando siempre en tercera, alojándose y viviendo pobre entre los pobres, viviendo lo que decía, encendiendo entusiasmo…». ¿El camino de la pobreza-desasimiento estará trasnochado?

«Espiritualidad de Rovirosa: Centrada en el misterio de la Trinidad, del que en sus últimos años no cesaba de hablar de modo tan impresionante. Su providencialismo tan desconcertante…

Su amor a Cristo que se manifestaba en su amor a los demás, dándose y dándoles todo cuanto tenía: su vida, su profesión, su casa, su pan, su tiempo, hasta su cuerpo… Su caridad fue tal que, de un misántropo, que era por carácter, resultaba un hombre lleno de afabilidad». ¿Dónde ponemos los límites a nuestra espiritualidad? Pregunto.

El recuerdo y homenaje a nuestros dos amigos exige una carga honda de agradecimiento, la contemplación de Jesucristo (fijos los ojos en Él: Heb 12, 2) y un corazón que lata al mismo ritmo que el de los pobres, desahuciados, sin futuro, sin casa, sin trabajo…