Son innumerables los textos de la Palabra que hablan de la paz. Voy a citar solo tres.
El primero se proclama precisamente en la Eucaristía del primer día del año: «El Señor te muestre su rostro y te dé la paz» (Nm 6, 26). El segundo se pone en boca de Jesús en la última cena: «La paz os dejo y mi paz os doy» (Jn 14, 27); y el tercero forma parte de las Bienaventuranzas: «Dichosos los que construyen la paz» (Mt 5, 9).
Pero, si innumerables son las alusiones de la Biblia a la paz, habría que decir lo mismo de la Doctrina Social de la Iglesia, que insiste una y otra vez en que la verdadera paz está basada en cuatro pilares: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad.
La verdad exige que se evite toda discriminación, la justicia que se respeten todos los derechos, la solidaridad que se sientan las necesidades de los demás como las propias y la libertad que se asuma con valentía la responsabilidad personal y colectiva (PT 86 y ss.).
¿Cómo la inteligencia artificial (IA) hace suyas esas condiciones para la paz?
Pues eso es lo que el Dicasterio para el Desarrollo Humano, a la hora de proyectar el tema para la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2024, propone: «La necesidad de estar vigilantes y de trabajar para que en la producción y uso de tales dispositivos (se refiere la IA) no arraigue una lógica de violencia y discriminación, a expensas de los frágiles y excluidos… la urgencia de orientar las inteligencias artificiales al servicio de la humanidad, de la protección de la casa común… y de la justicia y la paz».
¿Será posible unir inteligencia artificial y paz? Ese es el deseo del papa Francisco, que hacemos nuestro, para 2024.
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Consiliario de la HOAC de Andalucía
Colaborador del ¡Tú!