La sacrílega imagen del presidente norteamericano vestido de Papa es todo un símbolo de la cultura de la violencia que ejerce y desarrolla.
Pretende eliminar todo el entramado jurídico político que ha sido construido a través de la historia para defender los derechos de las personas, pueblos y naciones. En su lugar, instala el despotismo y el abuso de poder, que genera guerras contra la población civil, mayores, mujeres y niños, sepultados bajo los escombros de hospitales, colegios y campamentos demolidos a bombazos sin compasión alguna. ¿De qué sirve amarse contra esta sinrazón?
Hay otro tipo de violencia que sufrimos la clase obrera: el desempleo, la precariedad, no tener vivienda, carecer de los suministros básicos para vivir, la amenaza de empobrecimiento, el incierto futuro de nuestros hijos e hijas… Esta violencia la padecen con más intensidad la mayor parte de la humanidad.
Francisco nos dice que es necesario y posible «anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos. Este es el verdadero camino de la paz, y no la estrategia carente de sentido y corta de miras de sembrar temor y desconfianza ante amenazas externas» (FT 127).
Hay otro camino para construir la paz. Jesús de Nazaret vence a la fuerza con la debilidad; al poder con la mansedumbre y a la ley con el amor. Este camino es una manera de vivir, una manera de sentir, pensar y actuar, una cultura basada en el respeto a la sagrada dignidad de la persona para construir día a día un mundo de hermanos.
Y terminó en la Cruz, dicen los incrédulos. No, terminó en la Resurrección, en la vida plena y feliz que anhelamos todas las personas.
No seas imbécil. Si quieres la Paz, no te armes, trabaja por la Justicia.
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Colaborador del ¡Tú!