La Caridad Política, el Amor Social, nos llama a mirar la realidad del mundo obrero y del trabajo desde las familias, para darnos cuenta de necesidades muy importantes para cuidar la vida y el vivir con dignidad.
Necesitamos mirar los derechos de las personas, expresión de su dignidad, no desde una perspectiva individualista sino desde nuestro ser relación con los demás. Mirar los derechos de las personas también desde las familias, ámbito básico para el desarrollo de nuestra humanidad. Así podemos ver que las personas tenemos unos derechos familiares: a un ambiente familiar humano, a formar una familia y desarrollar la vida familiar; a disponer de los bienes que permiten el desarrollo de una vida familiar; a ser madre-padre, hijo/a, abuelo/a…; a educar a los hijos y de estos a su educación; a cuidar de los ancianos y de estos a ser cuidados; a cultivar las relaciones de pareja y las demás relaciones familiares; a un trabajo compatible con la vida familiar; etc.
Pero, para realizar estos derechos de las personas, las familias tienen unos derechos sociales: al trabajo y a que su organización facilite la vida familiar; a un salario familiar o unos ingresos que hagan posible el desarrollo de la vida familiar; a una red de servicios sociales que garantice el acceso a bienes básicos como la vivienda, la educación, la salud…; a la protección social que atienda las necesidades en caso de maternidad-paternidad, desempleo, enfermedad, jubilación…; a recibir la ayuda social necesaria; etc.
Esa debería ser la orientación de las políticas sobre la familia. Valoremos y celebremos los avances que se dan en ese sentido. Pero reconozcamos también que nos queda aún mucho camino por recorrer y asumamos la responsabilidad que tenemos en hacer efectivos los derechos familiares de las personas y los derechos sociales de las familias. Responsabilidad, sobre todo, de que nadie sea excluido de ellos.
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