Los estudios sobre participación electoral nos dicen algo que es obvio: cuanto más empobrecido es una persona, menos vota. Esto es gravísimo, porque no votar por estar excluido, o en proceso de exclusión, supone quedar fuera de la lucha para erradicarla.
En las secciones censales ubicadas en zonas con pobreza severa, entre un 80 y un 90% de las personas censadas no votan. En general, en los barrios empobrecidos suele votar la mitad de las personas censadas, y más de la mitad de esos votos son para Unidas Podemos y Partido Socialista.
¿Por qué no votan si son los que más necesitan respuestas a su problema? Quizás, hablando con una de ellas y conociéndola con más profundidad, podríamos respondernos si estando en su situación iríamos a votar o no.
Una de estas personas es Pedro, que está cercano a los cuarenta años y vive con sus padres porque es precario crónico. A Pedro le han concedido el ingreso mínimo vital (IMV) y pide que se le explique lo que dice el escrito recibido. Lo vamos leyendo en voz alta, parando para explicar cada punto de la resolución. En síntesis, dice lo siguiente: «Ha sido aprobada su solicitud de IMV. Todos los miembros de la unidad familiar que no estén trabajando, deben inscribirse como demandantes de empleo. Todos los miembros de la familia deberán presentar la declaración de la Renta. Todos los miembros de la familiar pueden obtener de forma gratuita los medicamentos subvencionados por la Seguridad social. La cuantía mensual del IMV es 50,18 euros».
¿Cuánto…?
No le hemos preguntado, ni se lo vamos a preguntar, si vota o no; sería un insulto hacerlo. Pero sí hemos visto su cara, escuchado su silencio y sentido su tristeza, pensando quizás: Si este no lo hace, ¿qué Gobierno puede solucionar mi problema?
Tú, ¿qué harías?
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