La política es participación, responsabilidad, hacernos cargo del bien común, sentirnos responsables los unos de los otros y del planeta, colaborar a construir justicia y fraternidad.
Este es un año de elecciones políticas. Ya hemos participado en las municipales y autonómicas, pronto lo haremos en las generales. Son una dimensión importante de la democracia, pero ni la única ni siquiera la más importante. La democracia es mucho más que elegir unos representantes en las instituciones políticas. Como dice el papa Francisco, «no tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad de iniciar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa. Estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna» (Fratelli tutti, 77).
Una de las grandes debilidades de nuestra democracia es que hemos reducido la política a elegir unos representantes en las instituciones para que ellos lo hagan todo, convirtiendo así la política en una especie de producto de consumo más, sin mayor implicación. Es lo contrario de lo que debería ser la política. El amor en la vida social, la caridad política, nos invita a ser parte activa y manifestar nuestra esencia fraterna. Desde el amor social, la política es responsabilidad hacia el bien común, colaborando a que todas las personas puedan vivir con dignidad, sin que haya excluidos. Es cuidarnos y cuidar la casa común. Y eso pasa siempre por poner en primer lugar las necesidades y los derechos de las personas y las familias empobrecidas.
Necesitamos preguntarnos siempre cómo nos implicamos en colaborar a construir justicia y fraternidad, uniéndonos a otras personas «para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos», porque «se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social» (Fratelli tutti, 180).
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