La polarización y la permanente confrontación, en la que se extienden los discursos de odio, son una grave amenaza para el bien común y para las personas empobrecidas.
La vida política está hecha de la tarea de las instituciones (parlamentos, gobiernos…) pero también de la de todas las personas en la construcción de la vida social. El clima de polarización y confrontación, que convierte a los otros en enemigos, está contaminando y dañando toda la vida política. Desde la permanente confrontación se pierde el sentido del bien común en cuyo corazón está que no haya personas excluidas, que los empobrecidos puedan salir de su situación, que todas las personas puedan vivir en condiciones dignas.
La permanente confrontación, para la que vale cualquier excusa, porque lo que importa es imponerse a los demás, aleja a las personas de la política. Es el triunfo de la antipolítica que aleja a las personas de la responsabilidad que todas tenemos en la construcción de la vida social desde el bien común. Oculta e ignora las necesidades y derechos de las personas empobrecidas, hace más difícil cambiar su situación. Son las personas empobrecidas las que más pierden.
La polarización hace más difícil el dialogo. Pero, para superar la permanente confrontación no hay otro camino que dialogar, sobre todo con los que piensan diferente. Colaborar a salir de la insensatez de la permanente confrontación es tarea de todas y todos. Buscar incansablemente el diálogo es la tarea de la sensatez. Y dialogar, como dice el papa Francisco, es acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto…
Hemos de buscar el diálogo sobre lo que de verdad importa: cómo construir una vida social en la que sea posible la vida digna de todas las personas. Y eso comienza por poner en primer lugar la situación de los empobrecidos.
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Colaborador del ¡Tú!