Fue Rovirosa el que en los años cuarenta del siglo pasado lo formuló: «El derecho de “los otros” (que jamás podrá figurar en ningún código) es que yo los ame y les sirva como Cristo me sirvió y me amó a mí» (1).
El ejercicio de este derecho posibilitó que la HOAC hiciera surgir militantes entregados y sacrificados en el mundo obrero, propuestas solidarias, asociaciones y organizaciones de todo tipo que consiguieron «renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos» (FT, 183), como dice el papa Francisco cuando nos llama al «amor social».
El mundo obrero y el movimiento obrero sabemos mucho de este amor, nuestra situación de indigencia, de pueblo empobrecido y humillado, tan de rabiosa actualidad, nos ha movido a la solidaridad, a pensar en nuestros problemas y no en «mi» problema.
Hoy, la tentación individualista del sálvese el que pueda nos acecha, y muchas veces consigue que el derecho de los otros a ser amados se sustituya por mi derecho a ganar, gastar y gozar como proyecto de vida. Lo que traducido a la política significa, que el derecho del pueblo a la justicia que nos pertenece queda sometido a la política de ganar votos, gastar para conseguirlos y gozar del poder.
Frente a ello, se vislumbra otro mundo; la humanidad está de parto, algo nuevo pugna por nacer, algo nuevo que ponga remedio a los graves problemas sociales, económicos y ecológicos que nos acucian. Desde tiempos inmemoriales se ha ido gestando esta nueva criatura, su nombre es: amor social, solidaridad, caridad política, amor político y todos los nombres que reconozcan el derecho de los otros a ser amados por mí, por nosotros. No te quedes esperando, esa nueva criatura está dentro de ti, hazla nacer.
(1) Guillermo Rovirosa. Obras completas, Tomo V, pág 469.
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