El trabajo, como todas las realidades humanas, es un espacio de contradicciones, de luces y de sombras, de felicidad y de frustración. En el trabajo se da la felicidad, la realización y el desarrollo de la persona y también aparece el deterioro del ser humano, la violencia y la muerte. Lo vemos todos los días en los accidentes laborales.
En el trabajo se da la justicia y el respeto a la persona y también la explotación, las injusticias y las humillaciones más grandes para los que trabajan. El hecho de que haya tres millones de personas sin trabajo y otros tantos millones de trabajadores que no ganan para vivir, a esto no se le llama guerra, pero es una situación de gran violencia y opresión para una parte muy importante de nuestra sociedad.
Y todo esto sin hablar de los miles de personas que están obligadas a prostituirse, en una situación de la más radical esclavitud. Hay muchas personas que están trabajando en la fabricación de armas y de materiales de guerra. En este caso, el trabajo está utilizado y orientado a la violencia y a la destrucción de la humanidad. Y cuando un país está en guerra, como Ucrania, hay muchos miles de personas que su ocupación es la violencia armada.
El sentido del trabajo es construir la vida y la convivencia en paz de todos los seres humanos, pero, debido a los intereses y a las pasiones humanas desequilibradas y enfermas se utiliza, en muchas ocasiones, para la destrucción y la muerte. Actualmente en el mundo laboral predominan los intereses, es decir, el poder del dinero. Esto crea una situación de violencia y de humillación de la persona, que convierte el trabajo en una realidad esclavizante y destructora, que produce la rebelión de los trabajadores.
Un trabajo en estas condiciones, tan poco decentes, no construye la paz sino la violencia y la guerra.
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Sacerdote y consiliario de la HOAC