La primera comunidad cristiana estaba encerrada en una casa y el Espíritu Santo la hizo salir. Todas las personas y todos los grupos tenemos esa inclinación o tendencia a encerrarnos, acomodarnos en nuestra situación, en nuestra rutina, en nuestras ideas y en nuestros intereses…
El ser humano es salir, expresarse, compartir su vida, encontrarse con los demás, caminar con los otros y otras… Primero encontrarse profundamente consigo mismo y, al encontrarse con su esencia que es comunión, salir a encontrarse con los otros y con la naturaleza, porque su vida es parte de la vida de los otros y de la tierra en la que vive.
Jesús salió del seno de Padre, salió del vientre de su madre María, salió de Nazaret, del desierto, de Israel para encontrarse con las comunidades paganas de Tiro y Sidón… Salió de la religión judía, de la Ley, para construir una humanidad nueva, el Reino de Dios entre nosotros. Su amor le llevó a salir al monte Calvario para entregar su vida por toda la humanidad. Entró en el sepulcro pero salió para ofrecernos a todos la vida nueva de la resurrección. Y después de su resurrección dijo a sus amigos que había de salir al mundo entero para anunciar el Evangelio. Cuando una persona, un grupo, una comunidad se encierra en sí misma se hunde y se pierde. La comunidad cristiana que no sale para encontrarse con el mundo, desaparece. Igual le ocurre a los movimientos apostólicos, y a todos los grupos de la Iglesia y de la sociedad civil.
Han de salir los sindicatos, los partidos políticos, los parlamentos, las organizaciones de todo tipo, para encontrarse con la vida, con las necesidades de la sociedad actual. Y las grandes potencias han de salir de su imperialismo para construir la paz y el bien común a nivel mundial.
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Sacerdote y consiliario de la HOAC