Nominada para el despido

No sé lo que duraré en mi empresa. Cada viernes, tengo que mirar el móvil para ver el mensaje que me sentencia o me encumbra. Trabajo envasando complementos alimenticios, pastillas de muchos tipos, perlas con aceites esenciales y un sinfín de vitaminas.

Antes trabajaba en el metal, a turnos, nunca más de un año seguido, para no tener que hacerme fija. Mientras hacía tiempo para que me volvieran a llamar, decidí buscar otro empleo, necesitaba independencia económica, y fui a una empresa de trabajo temporal (ETT), que me contrató para las labores de empaquetado.

Tampoco aquí llegaré a trabajar un año entero. Los contratos son de lunes a viernes. Si lo haces bien te vuelven a llamar y te cambian de sección. Si hay que sacar algún encargo, como ahora, que han lanzado un producto nuevo, alargan las jornadas. El ambiente es de incertidumbre, de nerviosismo y malestar. Al llegar los viernes, me aprieta el pecho, me pongo de mal humor.

Tengo 45 años, no sé si podré responder a los pagos que tengo, si podré dar a mis hijos lo necesario, si podré reparar el coche en caso de que se estropee… Todos los viernes, al acabar la semana laboral, mientras nos cambiamos en los vestuarios (está prohibido salir a la calle con el uniforme), mis compañeras y yo nos damos prisa para comprobar el móvil. Es la agonía de todas las semanas. En en la fábrica, nadie te dice nada. Entre nosotras hacemos apuestas sobre quien será «nominada» por la ETT para irse.

A quien molesta o se niega a hacer horas, le tiran a la calle. Los sindicatos han intentado entrar, pero lo han tenido difícil. Nadie abre la boca. Hay que caerle bien a la encargada para seguir trabajando. Todo esto es legal, lo permite la legislación. La gente más joven no piensa en luchar por un trabajo digno, por ser valorados por tu trabajo y no por lo bien o mal que te lleves con los jefes. Hay quien ha reclamado, porque no le han pagado lo que debían y todavía está esperando.

Deberíamos unirnos para reivindicar lo que es justo, encontrar la manera de organizarnos y luchar por unos derechos laborales dignos, no para nosotros y nosotras, sino para todas las personas. Si no, la estabilidad laboral que te da la tranquilidad económica seguirá siendo un sueño imposible.

Discernimiento

«Pero, ¿qué significa la palabra “decente” aplicada al trabajo? Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación», (Caritas in veritate, 63. Benedicto XVI).

Actúa y transforma

«Comenzando con nuestras propias decisiones, podríamos preguntarnos cuando compramos productos en tiendas o en línea: ¿sabemos de dónde vienen? ¿Sabemos si las personas que las elaboraron fueron tratadas con dignidad y respeto? En el lugar de trabajo donde se realizaron, ¿tomaron las precauciones necesarias de seguridad durante la pandemia y los trabajadores recibieron un salario justo? Si no es así, ¿qué podemos hacer para remediarlo?».

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