Así titula el papa León XIV el mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres que celebramos el 16 de noviembre de 2025. En él va desgranando párrafo a párrafo los pasos de la esperanza cristiana.
En un primer momento, enumera las muchas veces que LA PALABRA habla de esta virtud teologal. Entresaco dos: «Nosotros nos fatigamos y luchamos porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios viviente» (1Tim 4, 10) y «El Dios viviente es el Dios de la esperanza» (Rm. 15, 13).
Los que confían en las seguridades del poder y del tener no pueden poseer la esperanza, sin embargo, cuando nuestra vida está marcada por las privaciones, fragilidad y marginación, esa espera podrá aparecer más.
y fortalecerse en nosotros mismos, dice a continuación. Luego señala que la mayor pobreza es no conocer a Dios porque encontrarlo es encontrarse con su propio tesoro: los pobres. ¡Qué íntima unión!
La esperanza siempre apunta a Dios y, anclados en él, vivimos el verdadero horizonte de una vida nueva y una tierra nueva que han de comenzar ya. Insiste en que los pobres no pueden ser una distracción para la Iglesia, sino que nos llevan a tocar con las manos su verdad fundamental.
Y termina expresando con toda rotundidad que la Jornada Mundial de los Pobres nos lleve a no acostumbrarnos y a resignarnos, sino que, al encontrarnos todos los días con personas pobres o empobrecidas «puede suceder que seamos nosotros mismos los que tengamos menos, los que perdamos lo que antes nos parecía seguro: una vivienda, comida adecuada para el día, acceso a la atención médica, un buen nivel de educación e información, libertad religiosa y de expresión».
Y así podremos decir con toda honradez: TÚ, SEÑOR, ERES MI ESPERANZA. Sencillamente porque eres la fuerza de los pobres.
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Consiliario de la HOAC de Andalucía
Colaborador del ¡Tú!
