Jubileo de los trabajadores y las trabajadoras

Jubileo quiere decir fiesta de mucha alegría. El jubileo nos tiene que dar alegría y ayudar a valorar el trabajo y la dignidad de las personas que trabajan. A pesar de tanto problema, no hemos de perder nunca la esperanza, sino todo lo contrario.

En nuestros días, continúan los siniestros laborales en los que muchas personas pierden la vida, las deportaciones masivas de migrantes, la trata de personas y otras muchas cosas que podríamos nombrar. Y, al mismo tiempo, van surgiendo iniciativas para hacer frente a todos los problemas, nuevos y viejos, que se van presentando.

Nuestra fe en Jesús y nuestra apertura al Espíritu nos abrirán caminos para hacer frente a todas las situaciones y necesidades que se van presentando en el mundo laboral. Algo muy importante es nuestro acompañamiento de personas y grupos que están pasando por situaciones difíciles. Pero la acción del Espíritu no se reduce a nuestras vidas de creyentes.

Si estamos abiertos y si somos cercanos, si sabemos escuchar a los afectados por los nuevos problemas, encontraremos muchas iniciativas que surgen entre los que sufren los distintos problemas. Las personas que pasan por situaciones de precariedad son nuestros maestros, como siempre lo han sido.

El secreto para trasmitir la esperanza que nos ofrece el Jubileo de los Trabajadores es, desde la cercanía, entrar en relaciones de confianza y de amistad con las personas y familias que viven en la precariedad, el hacer nuestras sus necesidades, dándoles a entender que cuentan con nosotros y que no están solos para hacer frente a la vida. Esto fue lo que hizo Jesús a lo largo de su vida y, de una manera especial, en su vida pública.

Viviremos, en todo su alcance, el jubileo de los trabajadores y las trabajadoras, siendo una Iglesia en salida, un hospital de campaña, estrechando nuestros lazos de relación y comunión con todas las personas que viven en la precariedad.