Lo más revolucionario que podemos hacer este Primero de Mayo es pensar. Recordemos al Gobierno de Rajoy y sus reformas laborales que destrozaron derechos obreros y sindicales; sus indecentes subidas de pensiones (el 0,25%) y del salario mínimo interprofesional (SMI) el 14,8% en siete años.
Frente a ello, el Gobierno actual ha subido en seis años el 54% el SMI y el 29% la pensión media, y ha restituido derechos arrebatados.
Siendo esto así, la ola ultraconservadora se extiende por el mundo: Milei, Meloni, Bolsonaro, Trump, la coalición PP/VOX en nuestros lares. Por el contrario, los partidos de izquierda han desaparecido o quedado reducidos a la irrelevancia en buena parte de Europa y también puede suceder en España. ¿Por qué?
Posiblemente, porque aparte de las mejoras económicas, el pan, necesarias e imprescindibles, falten las rosas: una propuesta de sociedad y vida fraterna, humanista y humanizadora, que ilusione, motive y mueva a construirla y defenderla.
Posiblemente, porque tener programa electoral no sea igual a tener el pan y las rosas; ganar elecciones, no sea igual a crecer en identidad; satisfacer deseos no sea igual a satisfacer necesidades; convertir la vida en un supermercado de opciones para que cada persona elija la que más le guste, no sea igual a vivir en libertad; decir lo políticamente correcto no sea igual a ser progresista y disentir no sea igual a ser carca.
En este Primero de Mayo, pasemos por nuestro corazón la memoria y la vida de tantas personas santas obreras, creyentes o no, que construyeron libertad, igualdad y fraternidad, y recuperemos el coraje que el pueblo ha hecho poesía:
Yo no se leer / pero en la «via» he «aprendío» / que si me cortan las manos / me quedan los pies.
¡Pues a seguir caminando!
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