El papa Francisco insiste en la necesidad de soñar que tenemos: «Soñemos juntos, porque fueron precisamente los sueños de libertad e igualdad, de justicia y dignidad, los sueños de fraternidad los que mejoraron el mundo. Y estoy convencido de que en esos sueños se va colando el sueño de Dios para todos nosotros, que somos sus hijos. Soñemos juntos, sueñen entre ustedes, sueñen con otros. Sepan que están llamados a participar en los grandes procesos de cambio».
Los grandes procesos de cambio, las transformaciones sociales, la construcción de la fraternidad y la amistad social, de una nueva humanidad, de un trabajo decente y una vida digna comienzan siempre por soñar, y por soñar juntos y compartir los sueños y las esperanzas, y por poner en común nuestras capacidades y fuerzas. Comienzan por escuchar, en esos sueños, los lamentos y las esperanzas de la gente, y las llamadas y retos que nos llegan, por acoger la vulnerabilidad con compasión y misericordia. Y por discernir en actitud orante –¿qué otra cosa, si no, es el comienzo del sueño?–, todo ello para generar prácticas de comunión que alienten la vida digna, la vida buena.
Los cursos de verano de la HOAC que podemos retomar de manera presencial este año nos invitan a soñar, a escuchar y compartir experiencias, prácticas y propuestas de comunión que hacen posible el trabajo decente. Y nos invitan a soñar también en nuestro crecimiento en ser personas de oración capaces de hacernos cargo de la precariedad vital que hoy rompe o impide que tantos sueños –especialmente el sueño del reino de Dios– se hagan realidades cercanas. Somos privilegiados, podemos soñar, podemos orar. No dejemos de soñar, ni siquiera cuando despertemos a la vida cotidiana. Soñemos y construyamos nuevas prácticas de comunión para la vida digna y el trabajo decente.
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Consiliario general de la HOAC