Trabajo en una entidad social dedicada a acompañar a personas en situación de vulnerabilidad, donde todo es cuidado hacia ellas. Un día nos preguntamos ¿y a nosotras quién nos cuida?
Nuestra tarea, cargada de sentido y compromiso, gira siempre en torno al bienestar de otros: ¿qué necesita esta familia?, ¿cómo intervenimos?, ¿qué podemos ofrecer?
En los pasillos, en las reuniones, en los cafés: todo es cuidado hacia afuera.
Hablar de nuestras condiciones laborales no es habitual. Parece casi impropio. Como si cuidarnos a nosotras mismas fuera incompatible con la misión que debemos desarrollar en el día a día. Existe una especie de acuerdo tácito: lo importante es la causa, el compromiso, el otro.
Pero un día, algo empezó a cambiar. Alguien se atrevió a plantear la posibilidad de celebrar elecciones sindicales. En nuestro sector, dominado por una vocación casi silenciosa, eso sonaba extraño. Sin embargo, esa pequeña pregunta empezó a encender algo. Nos empezamos a ver como personas, personas trabajadoras, no solo como profesionales.
Hablar de nosotros, de nosotras no fue un acto de egoísmo, sino de reconocimiento. Porque no se puede cuidar sin ser cuidado, ni sostener sin estructuras, sin espacios que también nos sostengan.
En un sector donde el sindicalismo ha sido históricamente débil y donde hablar de derechos laborales muchas veces parece desentonar con la vocación, organizarnos ha sido un gesto profundamente humano. Y necesario.
El día de las elecciones sindicales fue especial. Más que un trámite, fue una afirmación: «Estamos aquí y tenemos voz». Ese gesto colectivo nos dio algo más que representación: nos devolvió pertenencia. Hemos empezamos a vernos como grupo. Como colectivo. Como trabajadoras y trabajadores con derechos, no solo como agentes del cuidado ajeno. Descubrimos que exigir condiciones dignas no es una traición a nuestra vocación, sino la base sobre la que poder sostenernos y cuidarnos.
Hoy, ese «nosotros» que antes reservábamos para hablar de quienes acompañamos también nos incluye a nosotras. Porque formar parte de una entidad social no nos excluye del derecho a ser escuchadas, a organizarnos, a cuidarnos.
El fuego aún es pequeño, sí. Pero ahora, nadie está solo. Ni sola.
Discernimiento
«Un trabajo que no cuida, que destruye la creación, que pone en peligro la supervivencia de las generaciones futuras, no es respetuoso con la dignidad de los trabajadores y no puede considerarse decente. Por el contrario, un trabajo que cuida contribuye a la restauración de la plena dignidad humana, contribuirá a asegurar un futuro sostenible a las generaciones futuras. Y en esta dimensión del cuidado entran, en primer lugar, los trabajadores. O sea, una pregunta que podemos hacernos en lo cotidiano: ¿cómo una empresa, imaginemos, cuida a sus trabajadores?» (Mensaje del papa Francisco en la Cumbre Mundial del Trabajo de la OIT de 2021).
Actúa y transforma
¿Te has preguntado alguna vez cómo son tratadas las personas dedicadas a cuidar de otras y cómo les afectan las circunstancias en las que tienen que desempeñar su labor?
¿Cómo se pueden mejorar las condiciones de trabajo de quienes se dedican a los cuidados?
¿Participas o has participado en procesos de elecciones sindicales?
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Militante de la HOAC de Jaén