Hace 19 años que trabajo en viviendas tuteladas para mujeres en riesgo por exclusión social. Entré el mismo verano que acabé la carrera. Este trabajo, junto con mi familia y la HOAC, es una parte fundamental de lo que soy.
Acompañamos a las usuarias en su proceso integral hacia la autonomía, económica, personal y emocional. La característica principal que une a mujeres tan diversas de diferentes lugares del mundo es la pobreza y haber sido víctimas de violencia intrafamiliar, psicológica, física o sexual.
Tomar conciencia profunda de esta realidad es importante, tener en cuenta que la persona que tengo delante es vulnerable y, aunque entre a los pisos de manera voluntaria, está mediada por la necesidad. Merece ser tratada con el máximo respeto, ser acompañada en su proceso sabiendo que en todo momento es ella quien tiene la opción de decidir sobre su vida.
En mi trabajo el equipo es lo más importante, no hubiera podido mantenerme tantos años sin uno coordinado y entregado vocacionalmente. De todas mis compañeras he aprendido mucho, de las primeras, ya jubiladas, y de las actuales. Tanto ellas como yo tenemos esquemas de vida y una historia que nos ha brindado oportunidades muy diferentes a las de las mujeres que apoyamos, no podemos permitirnos obviar sus circunstancias personales, sociales y familiares.
La militancia en movimientos cristianos especializados en el mundo obrero educa la mirada y la manera de situarte. A pesar del tiempo transcurrido, no dejo de sentir compasión y ternura cada vez que comienzo un proceso con cada una de ellas o con sus hijas o hijos, que en muchos casos se prolonga más allá de su estancia.
Doy gracias al Padre Madre por la oportunidad de estar junto a las más necesitadas, por abrirme sus vidas y poder acompañarlas. Como muchas de ellas dicen, Alhamdulillah.
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Militante de la HOAC